jueves, 10 de diciembre de 2009

Lenguaje sexista en medios y publicidad

Publicidad y estigmatización social: Cuestiones de género


Introducción

“Toda dominación comienza como una lucha por el lenguaje“, supo decir alguna vez el escritor y semiólogo francés Roland Barthes. Desde el lenguaje se crean realidades, ideologías, se imponen estereotipos y formas de vida. Es por ello que en este trabajo se intentará analizar el manejo del mismo y sus consecuencias en la sociedad, centrando la mirada en los medios de comunicación y la publicidad sexista.
Desde que el mundo entró en la ya harto mencionada “era de las comunicaciones“, pensadores, sociólogos, filósofos, lingüistas y demás interesados en la materia han dedicado sus días a estudiar dicho fenómeno. La masividad que adquirieron los medios de comunicación masiva gracias a, entre otras cosas, la globalización, se tradujo en un avasallante protagonismo de los mismos en la arena política mundial, convirtiéndose en formadores de opinión, creadores de agenda pública y guías del interés ciudadano. La influencia global de las nuevas comunicaciones cobra especial relevancia dentro de una actualidad regida por modernas tecnologías, extendidas telecomunicaciones y una concepción sociológica que muestra como “pertenecientes“ a aquellos con acceso a estas telecomunicaciones y “no pertenecientes“ a los más alejados de dicha posibilidad.
Por un lado, se comenzará dando cuenta de los diferentes estigmas sociales con los que cargan y cargaron las mujeres a lo largo de la historia. El rol en la familia, en el hogar, los estereotipos imperantes en cuanto a sus actividades y la obligación para con las demandas de las sociedades machistas–patriarcales. Luego, se analizará el papel fundamental del lenguaje sexista, tanto en los medios de comunicación como en la vida cotidiana, considerándolo como la mera expresión del pensamiento, la exteriorización de los prejuicios y una forma de legitimación y arraigamiento de las tradiciones más conservadoras. Por último, y a modo de ilustración concreta y visible de todo lo anteriormente enunciado, se expondrán algunas publicidades con connotaciones sexistas para aprender a reconocerlas y también a evitarlas. Cabe aclarar que se registra a la publicidad como una fotografía de los conceptos más fundamentales de una sociedad en un lugar y momento determinados, como una manera de reconocer el lenguaje que impera en dicha sociedad y como forma de vislumbrar el tipo de consumo y costumbres que en ella se imprimen.
Para esto se considerarán escritos del sociólogo francés Pierre Bourdieu, publicaciones de los periódicos feministas Mujeres en Red (Argentina) y Género con Clase (Venezuela), informes de la Federación de Mujeres Progresistas, de España, y del Observatorio Andaluz de la publicidad No Sexista y diversos artículos de la periodista Mariana Carbajal; además se utlizará una investigación de la activista Josefa Isabel Farray Cuevas, y un trabajo especial de Alejandra Walzer y Carlos Lomas. Con esto se intentará lograr una visión más nítida del verdadero papel que cumplen las mujeres en la actualidad. ¿Se han logrado erradicar los conceptos más fundamentales de las sociedades patriarcales? ¿Qué rol representan hoy en día las mujeres? Se intentará, entonces, si no dar respuestas determinantes, al menos guiar hacia un posible descenlace dichos interrogantes.


El testigo incómodo: La palabra

Quizás sea oportuno aclarar, en principio, uno de los conceptos fundamentales de este trabajo. Los temas de “género“, como se dice popularmente, han sido tratados a lo largo de la historia por un amplio porcentaje de mujeres. En comparación, la intervención de los hombres en cuestiones feministas es de una minoría significante. Sin embargo, también es una minoría de las mujeres la que decide involucrarse y tomar las astas de la discusión y el pensamiento sobre la mujer. ¿Por qué sucede todo esto? ¿Qué es lo que provoca no sólo un desinterés, sino incluso un rechazo de muchos sectores de la población para con ese tipo de movimientos? Lo cierto es que desde la “opinión popular“, los mass media instalaron una idea errónea de lo que significa el feminismo, conceptualizándolo como simple antónimo del machismo. El machismo se trata de la “Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres“ (Real Academia Española, XXll edición), por lo tanto, se tiende a creer que el feminismo es esa misma prepotencia, pero de las mujeres respecto de los hombres. Para destruir dicho mito, aclararemos que el feminismo no es más que una doctrina social, un movimiento, que busca equiparar los derechos de las mujeres con los de los hombres, aboliendo las consideraciones fisiológicas que sitúan a las mismas por debajo el género masculino.

Las construcciones culturales resultan, generalmente, más fáciles de imponer que de modificar luego. La construcción, entonces, de la imagen de la mujer está basada en estereotipos y clichés que pocas veces coinciden con la realidad. Estos estereotipos son una visión reduccionista de un grupo amplio y diverso. “Una concepción simplificada que somete a un molde de símbolos y valores y que anula la individualidad de todo grupo social“ [1]. Los estereotipos negativos suelen crearse sobre un grupo considerado problemático; los estereotipos negativos sobre las mujeres, entonces, enmascaran una ferviente defensa de los valores patriarcales de las sociedades, consecuencia del miedo a la pérdida del liderazgo masculino. En base a esto, el imaginario colectivo trata con (e impone) la idea de una mujer vergonzosa, modesta, tímida, pudorosa, ansiosa. Y, como explica Bourdieu, “el que se abandona a la timidez es traicionado por su cuerpo, que reconoce prohibiciones y llamados al orden inhibidores“[2], lo que alimenta el prejuicio desfavorable hacia las mujeres y la tendencia a un sometimiento, observando en estos sentimientos de sumisión un círculo vicioso de causa y consecuencia simultáneamente. De esta forma se legitiman las estructuras patriarcales, ubicando a la mujer – siempre débil– dentro de la casa, realizando las tareas hogareñas (símbolo de la costumbre tradicional, recordando que desde la infancia a las niñas se les incita a jugar dentro de sus habitaciones con muñecas y casas de juguete) y al hombre afuera, en el espacio político, en el ágora, tomando las decisiones “importantes“ y trascendentes (como se los estimula desde niños, haciéndoles jugar a la pelota o algún otro deporte en la calle, fuera del hogar). En esta línea Kant [3] supo expresar, en un lenguaje falsamente contestatario, su teoría disfrazada de ciencia de las costumbres: “Las mujeres no pueden defender personalmente sus derechos y sus asuntos civiles como tampoco pueden hacer la guerra; no pueden hacerlo más que por medio de un representante; y esta irresponsabilidad legal desde el punto de vista de los asuntos públicos no las hace sino más poderosas en la economía del hogar: ahí predomina el derecho del más débil, que el sexo masculino por su naturaleza se siente llamado a proteger y defender“.
La familia, como institución legitimadora de cualquier orden social establecido, colabora con la impresión de una visión masculina del mundo. Es símbolo de un mandato social: el mandato de vivir en familia, el mandato de construir el orden social estableciendo un agrupamiento en familias. Bourdieu concibe a la familia, en primer lugar, como una “realidad trascendente a sus miembros, un personaje traspersonal dotado de una vida y un espíritu común y una visión particular del mundo“ y en segundo lugar, como un “universo separado donde sus integrantes están comprometidos a respetar y perpetuar las fronteras (que los separan de los demás) idealizando su interior como sagrado, secreto de puertas cerradas, separado del exterior por la barrera simbólica del umbral, lugar secreto de asuntos privados“ [4]. La familia es el medidor universal de todas las relaciones sociales. Su protagonismo está inscrito en costumbres y lenguaje, como cuando hablamos de una “relación fraternal“ queriendo significar que dicha relación suprime el sexo y el interés económico, como una relación entre hermanos. En este campo la mujer, despojada incluso de sus méritos biológicos en tanto reproducción, es la encargada del cuidado y el decoro de la vida cotidiana (considerándose a sí misma como un objeto estético) y sus tareas se reducen a todo aquello que tenga que ver con la belleza, imagen pública y apariencia social, asegurando así el mantenimiento de las relaciones sociales y de la irradiación de la familia.
Estas estructuras y el papel de la mujer en las mismas, son sostenidas por diversos factores, entre los cuales se encuentran los refranes. Los refranes son considerados verdades irrefutables, legitimados por el peso de la tradición, –aunque carezcan de toda base científica– y se encargan de vender un perfil de mujer a conveniencia del varón censurando todo lo que no se ajuste a él. En ellos se muestra un prototipo ideal de mujer: hermosa, obediente, sumisa, fiel, honesta, dulce, dócil, hogareña, discreta, laboriosa y “femenina“, al mismo tiempo que se la identifica con la holgazanería, el engaño, la crítica envenenada, la debilidad, la falta de inteligencia, la tendencia a equivocarse y la indecisión. Pero los refranes son sólo un primer paso hacia la conformación de conductas sexistas discriminatorias; luego vienen las películas, juegos, publicidades, la prensa, los libros de texto y los diccionarios. En todos estos está presente el sexismo, y el lenguaje es el elemento clave de su transmisión.

Como se ha hecho mención anteriormente, entendemos al lenguaje como la expresión del pensamiento, siendo este último el que nos impulsa a actuar. Si pensamos sexistamente, hablamos sexistamente y, en consecuencia, actuamos sexistamente. La lengua no es neutra y refleja la relación entre sexos en una sociedad y el rol de la mujer en dicha relación. Lo masculino determina el uso de la lengua, imponiendo el uso genérico del mismo como referencia para los dos sexos. Esta óptica se denomina ANDROCENTRISMO, y es la que gira en torno al varón. La federación de Mujeres Progresistas de España, hace incapié en que el problema fundamental del sexismo lingüístico es el ocultamiento de la mujer, y este ocultamiento tiene su base en ese mencionado androcentrismo. Sin embargo no todo termina ahí: sucede incluso que desde organizaciones que intentan luchar en defensa de los derechos de las mujeres se imprime ese lenguaje sexista que tanto se critica. El uso del término “género“, por ejemplo, deja su significado borroso, invibilizando una vez más a las mujeres. “La tierra del silencio es la que hace el humus más fértil; si el crimen no se nombra es menos crimen, porque la palabra es el primer testigo incómodo“ [5]. Esto se refleja de manera más clara en las campañas “contra la violencia de género“. Con respecto a esto, la feminista boliviana del colectivo Mujeres Creando, María Galindo, expresa: “Denominar ‘violencia de género’ a la violencia contra las mujeres es un término disfraz donde desaparece la palabra mujer. Nosotras hablamos de violencia machista o de violencia contra las mujeres, que nos parece que no tapa ni esconde al sujeto contra quien va dirigida esta violencia. ‘Violencia de género’ sustituye erróneamente la palabra mujer por la palabra género e invisibiliza las relaciones de poder y sometimiento que la violencia contra las mujeres perpetúa. Se trata de una conceptualización que nos costará a las mujeres nuevas confusiones y un nuevo círculo vicioso de postergación“.[6]. Otro ejemplo de esto podría ser el uso de “Violencia intrafamiliar“, (donde la penalización del golpeador casi siempre es leve y la legítima defensa de las mujeres también se penaliza) o, más extremo aún, el uso de “crimen pasional“.
El sexismo lingüístico llega a todos los campos de la expresión y comunicación. De la misma manera en la que antes nombramos a los refranes, podemos hacer una lectura de los romances y cuentos tradicionales y la forma en la que estos refuerzan dicha tendencia. Se puede ver en ellos, por ejemplo, la fuerte figura del héroe: violento, agresivo, dominador. La figura de la doncella: sumisa y a la espera, en un papel pasivo (cuando tiene la suerte de aparecer, de existir y no estar invisibilizada). E, incluso, la figura de la madrastra: (nunca padrastro) siempre mala y de malhumor. Los papeles arquetípicos, los roles bien definidos, responden a las estructuras sexuales tradicionales.
Además de esta invisibilidad, las mujeres son mostradas por los medios de comunicación como víctimas o maltratadas, en un papel de sufridoras y masoquistas. Esta concepción, aunque se trate de supuestos discursos en defensa de las mismas, no hace más que legitimar su papel de persona vulnerable, incapaz de autodefenderse y valerse por sí misma. Una vez más: la idea del sexo débil.
Los estereotipos suelen incidir en valores distintos para los sexos, conformando una falsa realidad. De esta manera sucede que se relacionan valores como la estabilidad emocional, la tendencia al dominio, la afirmación del yo, las aptitudes intelectuales, la valentía y el amor al riesgo a los HOMBRES, y cualidades como la inestabilidad emocional, la sumisión, la dependencia, el poco desarollo intelectual, el miedo y la debilidad a las MUJERES. La multiplicación y repetición de estas imágenes hacen que la distorsión sea permanente, garantizando así el arraigamiento de una educación simple, superficial y alejada de la realidad, que asegura la permanencia de esos clichés en la sociedad. La Federación de Mujeres Progresistas de España expresa que estamos en una situación en la que lo que no se ve no existe; todo lo que no salga en televisión nos es indiferente. Pero es necesario recordar que la televisión –como uno de los medios de comunicación de mayor influencia, si no el más– es un arma de construcción de realidades. En la T.V las imágenes son cortas pero contundentes, son flashes no informativos que se instalan en nuestro subconciente y que desplazan el análisis y la reflexión. La T.V, además, es el escenario central de las publicidades sexistas.

Consumo, ergo existo

La publicidad sitúa a las mujeres en el Limbo, ese lugar entre el cielo y la tierra, donde las almas esperaban invisibles a que el supremo se acordara de ellas. “Popularmente, estar en el limbo –un Limbo ideológico, en este caso– es estar distraído, no enterarse de lo que hay alrededor, y ésta es la actitud predominante que hemos sostenido respecto del mensaje alienante de las imágenes publicitarias“ [7]. La publicidad busca persuadir a las personas de algo o de la conveniencia de hacer algo, y para ello necesita construir determinadas identidades socioculturales, conseguidas a través de la transmisión de valores y actitudes, la educación ética y estética de la ciudadanía y la globalización de los estilos de vida. Y la mujer, evidentemente, es prioridad en el mundo de la publicidad. En la actualidad, parece no haber un modelo cannónico de la mujer, hecho que se ejemplifica con la incorporación de mujeres de piel negra en publicidades, cosa impensable hace algún tiempo. Esta supuesa diversidad de estilos esconde en realidad un común denominador: “lo que hay en común en todas ellas es su pertenencia al grupo social de las consumidoras, para quienes el acceso a los bienes no es presentado como problemático“ [8].
Para lograr su cometido, la publicidad se basa en estereotipos. “Si se quiere vender un producto de decoración, el protagonista no puede ser un abogado, tendrá que ser un actor con ademanes de homosexual para que el publico lo entienda. Guste o no, esto es así.“, explica Luchín Cárdenas, publicista y mentor de un anuncio publicitario denunciado por las mujeres de Perú a causa de su machismo. Estas empresas, a través de sus publicidades, logran marcar e imponer pautas de comportamiento y estilos de vida. Al mismo tiempo, crean una serie de falsas necesidades y de exigencias imposibles de alcanzar, produciendo una infravaloración de las mujeres que son absorvidas por dichos mensajes y que no logran identificarse con ellos ni con la imagen estandarizada que promulgan. Esto deviene en una baja autoestima de las mujeres que, sumado a las condiciones de explotación, terminan frustrándola por la inconformidad que siente consigo misma. Esa inconformidad pretende saciarse con el producto que se quiere vender, generando un cículo vicioso de consumismo que las aisla de las reales necesidades.
La prensa escrita, también, de manera abierta y bajo la excusa de la libertad de expresión –que no es más que su libertad de empresa– se dedica a arraigar los ideales machistas sobre las mujeres. Al nombrar “crimen pasional“ un asesinato de un hombre a su esposa, al hacer incapié sobre la vestimenta que llevaba una mujer violada como posible causa de su violación, al estigmatizar a las mujeres dedicadas a la prostitución sin mencionar a los hombres que hacen de clientes o, como ya hemos mencionado, a utilizar un lenguaje genérico para todos los sexos, en el que no aparece lo femenino.
La publicidad no es el espejo de la vida cotidiana patriarcal y machista, va mucho más allá; los anuncios son bastante más sexistas que la realidad y fomentan erróneos estereotipos sobre las mujeres. Pero frente a esa vorágine de mensajes sexistas, mujeres y hombres no pueden evitar llevarse impreso en la piel aunque sea un porcentaje de todo lo que se les dispara. Los estereotipos que difunde la publicidad llevan al menosprecio de la imagen de las mujeres en todo sentido; el poco valor que se les atribuye implica una autoexigencia permanente a ser siempre “buenas” esposas, madres, hijas, estudiantes, abuelas, amigas. Lo exige la sociedad patriarcal, la historia, la escuela, la televisión, la familia. Además, claro está, se les exige ser flacas, tener “buen cuerpo”, dentadura perfecta, pelo espectacular, etc. Sin embargo, los varones siguen disfrutando del dicho: “el hombre es como el oso, cuando más feo más hermoso“. Es así como un pelado es interesante, un panzón tiene “lo suyo“ y un petiso atributos sexuales considerables.
En su libro “El género femenino a través de la publicidad“, Mayka Cuadrado Zurinaga expresa que “Mucha gente cree que los anuncios están mejorando porque ahora aparecen mujeres liberadas, sexualmente activas y que toman protagonismo, pero esto puede ser una trampa, porque siguen siendo las mujeres las que aparecen cuidando a los niños, trabajando, limpiando la casa y tomando la iniciativa, es decir, lo hacen todo. Además sigue siendo una mirada desde los ojos del hombre, incluso hasta cuando parece que se está buscando el placer de la mujer”. Encontramos un claro ejemplo de esto en la polémica publicidad de Dolce & Gabbana [gráfico 1]. La misma muestra a un hombre sujetando por las muñecas a una mujer postrada en el suelo, mientras otros tantos miran desde arriba. El cuestionamiento es inminente: ¿estética transgresora o sexismo publicitario?. El gráfico 2, que formó parte de una campaña publicitaria española internacional en 2003, muestra a una mujer dentro de una enumeración que incluye playas y sol, como atracción para los turistas.

En abril de este año, la marca de desodorantes Axe emergió con una controvertida campaña de venta: “Cazadores por instinto“. Se trataba de una nueva fragancia, y venía acompañada por un juego interactivo en el sitio web del producto. Dicho juego se llamaba “Garrotazo de amor“ y se desarrollaba en la prehistoria, donde el hombre era un depredador y las mujeres sus víctimas. Consistía en darle garrotazos a las mujeres y así acumular puntos. La propuesta interactiva estaba acompañada por un “mapa de cacería“ que indicaba dónde encontrar las “presas“. Quizás en uno de los ejemplos más grotescos que se puedan dar, ésta es una de las múltiples publicidades que promueven la naturalización de la violencia contra las mujeres. El juego consistía, básicamente, en determinar qué tipo de “cazador“ es cada hombre, haciendo alusión a la vuelta de los instintos primitivos. Luego de denuncias por parte de diferentes diputadas y de un informe presentado por el Observatorio de medios, respaldado por la nueva Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, el juego fue levantado de la red.
En el año 2008 al menos 207 mujeres fueron víctimas de femicidios, aunque especialistas en el tema presumen que el número es bastante más alto. La periodista especialista en cuestiones de género, Mariana Carbajal, señala: “Se sabe que son miles las mujeres y niñas que sufren las consecuencias de la violencia machista cotidianamente, la misma violencia machista que se naturaliza a través del ‘jueguito’ de Axe“.[9]


Gráfico 1.


Gráfico 2.


Conclusión

Resulta claro que a lo largo de la historia han cambiado ciertos paradigmas acerca del papel de las mujeres y sus derechos como ciudadanas. Es irrisorio imaginar los tiempos en los que no se podían exponer los tobillos u omitir palabra en la cena (a pesar de que sabemos que en algunas partes del mundo esto aún perdura). Resulta extraño pensar que en nuestro país, antes del año 1949, las mujeres tenían prohibido el voto; y es aún más increíble recordar que en dicha reforma de la Constitución Nacional quienes se oponían a esto se excusaban con que si el cambio se consumaba iba a destruirse la familia.
Sin embargo, cabe preguntarse: ¿A qué precio consiguieron las mujeres los supuestos derechos que hoy poseen? Pareciera que nada de esto fue ni es gratis. Las mujeres hoy en día cargan con la presión de ser más de lo que cualquier persona soportaría. Pero eso no es todo: el derecho de salir a la calle, de ocupar plazas y lugares políticos, de ir a fiestas y bares es un derecho de altos aranceles. Para lograr todo eso es necesaria una imagen perfecta, exitosa, a la vez poco peligrosa para el orgullo masculino pero suficientemente independiente para no molestar mientras el hombre mira el partido. De lo contrario, si no se siguen esos cannones establecidos, la mujer será rebajada, señalada con el dedo, martirizada y, como enseña la publicidad de Axe, cazada (¿o casada?) violentamente, con el afán de no hacer peligrar la estructura de las sociedades patriarcales y machistas imperantes.

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[1] Josefa Isabel Farray Cuevas, Estereotipos de las mujeres en la publicidad, pp. 2
[2] Pierre Bourdieu, La dominación masculina, París, 2000, pp. 10
[3] Immanuel Kant, filósofo alemán, Reino de Prusia, 1724–1804.
[4] Pierre Bourdieu, L’ espirit de famille, París, 1994
[5] Griselda Gambaro, novelista y dramaturga argentina
[6] María Gaildo, entrevista del periódico “La Vaca“, Buenos Aires, 2009
[7] Josefa Isabel Farray Cuevas, Estereotipos de las mujeres en la publicidad, pp. 4
[8] Alejandra Walzer y Carlos Lomas, Mujeres y publicidad: del consumo de objetos a objetos de consumo, Revista Pueblos, 2006, pp. 3
[9] M. Carbajal, Página 12, Argentina, 13-04-2009

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Bibliografía:

-BOURDIEU, Pierre: “L'esprit de famille“, Francia, París, 1994.
-BOURDIEU, Pierre: “La dominación masculina“, Francia, 2000.
-CARBAJAL, Mariana: “Axe y su ‘jueguito’ que apesta“, Página/12, Argentina, 2009.
-CARBAJAL, Mariana: “Un repudio que dio sus frutos“, Página/12, Argentina, 2009.
-FARRAY CUEVAS, Josefa Isabel: “Estereotipos de las mujeres en la publicidad“, 2006.
-Federación de Mujeres Progresistas: “Guía para el lenguaje no sexista“, España, 2001.
-GALINDO, María: “Ni tontas ni sumisas: feministas“, periódico La Vaca, Buenos Aires, 2009.
-GÉNERO CON CLASE, Colectivo comunicacional: “14 de Septiembre: ‘Día Internacional de la Imagen de la Mujer’ - Contra la publicidad sexista“, Venezuela, 2009.
-GÉNERO CON CLASE, Colectivo comunicacional: “Sexismo en la publicidad“, Venezuela, 2009.
-MUJERES EN RED, Colectivo comunicacional: “Anuncios sexistas“, Argentina, 2007.
-Observatorio Andaluz de la Publicidad No Sexista: “Decálogo para identificar el sexismo en la publicidad“, España, 2008.
-WALZER Alejandra y LOMAS Carlos: “Mujeres y publicidad: del consumo de objetos a objetos de consumo“, Revista Pueblos, 2006.



Carolina Rosales Zeiger

domingo, 6 de diciembre de 2009

"Abandonar la educación para ir a la escuela"


"Abandonar la educación para ir a la escuela"[1].


Alumno: Ingratta Agustín Andrés

Docente: Amuchástegui Rodrigo

Materia: Filosofía – CBC

- Introducción

El título de este trabajo supone un concepto de educación que choca con el de escuela, es decir, con la consideración clásica de educación. Estos dos conceptos sobre educación son los que se desarrollarán.

Se pretende analizar los conceptos centrales que realiza István Mészaros en su obra “Más allá del capital” , que es, según sus palabras, una interpretación más de las obras de Marx. Por tal motivo, se mostrarán las críticas que realiza a la educación bajo la lógica del capital –capital y capitalismo son sinónimas en esta obra- y, además, aportará conceptos para un nuevo concepto positivo –hace referencia a la necesidad de construir más allá de la negación del capitalismo-.

La educación, según Istvan Mészáros, debería ser un medio para la emancipación humana, pero es todo lo contrario; esta contrariedad él la ve en las siguientes características:

1) Genera capacitación técnica del personal para que el sistema productivo siga perpetuándose y expandiéndose.

2) Genera, en un plano menos visible que el del punto 1), un marco de valores que legitima los intereses de la clase dominante (este punto podría relacionarse con la función de los aparatos ideológicos del estado conceptualizados por Althusser. Es aquí donde la educación toma forma de mercancía.

“Pensar la educación desde la perspectiva de la lucha emancipatoria no podría sino restablecer los vínculos entre educación y trabajo”[2]. Haciendo una paráfrasis simplificadora de Marx: Conociendo las formas de producción de una sociedad se conoce a la sociedad misma, se puede explicitar un eslabón más “ dime dónde está el trabajo en una sociedad determinada y les diré dónde está la educación” [3] .

La educación que propone el autor es una que se contrapone a la interiorización de las condiciones que legitiman al trabajo como mercancía, necesita redescubrir sus relaciones con el trabajo para ser una educación que produzca insubordinación y rebeldía.

El autor jugará con los siguientes pares de oposición para describir lo que se critica y lo que se propone: Explicar vs Entender; Acumulación de conocimiento vs Comprensión del mundo. Puede agregarse la educación bancaria –porque se deposita conocimiento- vs la educación crítica, conceptos acuñados por Paulo Freire. Retomando los pares, se puede decir que explicar es reproducir discurso, en cambio, entender es desalienarse, es descifrar el misterio de la mercancía, es – según sus palabras- la contrainteriorizacón.

De la lógica incorregible del capital a la contrainteriorización.

Los cambios realizados dentro de la lógica del capital y su adjunta lógica de reproducción, sólo se limitan a corregir errores sutiles por más bien intencionados que sean. El capital es irreformable, porque su propia naturaleza sistémica es incorregible. Los cambios educacionales dentro de esta lógica inescapable determinan un margen – “más violento” en un extremo, “más amable” en el otro- dentro del cual no se puede escapar. Buscar una reforma sistémica en la mismísima estructura del capitalismo es una contradicción, por eso hay que ir “más allá del capital”. Mészarós presenta dos modelos que intentan mejoras educacionales dentro de dichos márgenes: Adam Smith y Robert Owen. Tomo para analizar a Owen:

“¿Debemos entonces continuar obstruyendo la instrucción nacional de nuestros camaradas, que, como se mostró, pueden fácilmente ser entrenados para ser laboriosos, inteligentes, virtuosos y miembros valiosos del Estado? De hecho, la verdad es que todas las medidas propuestas hasta ahora son únicamente un paliativo para los errores del sistema actual. Pero, considerando que estos errores son ahora casi universales, y han de ser superados sólo por medio de la fuerza de la razón, y como la razón, para producir efectos sobre los objetivos más beneficiosos, avanza paso a paso, y se consustancia progresivamente con las verdades más significativas, una después de otra, será evidente, para mentes lúcidas y abiertas, que sólo con esos y otros paliativos similares se puede esperar, racionalmente, tener éxito en la práctica. Pues tales paliativos presentan la verdad y el error al público y, siempre que éstos son exhibidos en conjunto de un modo razonable, al final de cuentas la verdad debe prevalecer. Se confía en que esté próximo el tiempo en que el hombre no inflija, por ignorancia, más sufrimientos innecesarios al hombre; porque gran parte de la humanidad llegará al esclarecimiento, y podrá discernir que al actuar así, inevitablemente, se hará daño a sí misma” [4]

No es lógico el error de Owen, señala Mészáros, sino que radica en la lógica irreformable del capital; en sus palabras: “La circularidad que presentan sus argumentos es la consecuencia necesaria de la aceptación de un “resultado” , la “razón” triunfante –que procede con seguridad, “paso a paso”-, que prescribió “el error y la ignorancia” como el problema bien rectificado, y que se supone que la razón es por sí misma adecuada para resolver.”[5] La relación entre el problema y su solución está invertida, y con esto, ella redefine al problema para que se ajuste a la solución permitida desde el capitalismo.”

A continuación se desarrollan tres ejemplos donde la educación es utilizada para los propósitos mencionados en la introducción:

La Historia puede ser adulterada para cumplir el segundo propósito que mencioné en la introducción; por ejemplo en el caso de Cuba, Mészáros cita a Fidel Castro para ejemplificar: este último explica el rol de la escuela previo a la Revolución, donde a EEUU se lo presentaba como el país amable, lleno de generosidad, que interviene en los demás países para que éstos alcancen la libertad; para Castro, la potencia imperialista, a través de los libros, borra a todos los verdaderos héroes de la historia.[6]

La historia, además, a veces muestra al orden social como un orden natural, inalterable. Esto no se realiza sólo en los grandes medios de comunicación, sino también en las teorías académicas que dicen llamarse objetivas; Marx ejemplifica esto a través de la historia de la acumulación primitiva del capital y su tratamiento en la Ciencia de la Economía Política: “Esta acumulación originaria desempeña en la economía política el mismo papel que el pecado original en la teología”… “Como una anécdota del pasado. En tiempos remotos había, por un lado, una elite diligente, y por el otro una pandilla de vagos”.[7]

Locke fundamente la existencia de pobres por “nada más que la actitud ociosa frente a la disciplina y la corrupción de los hábitos”. Locke explicitó que el propósito de la creación de las escuelas debía ser el de capacitar a un personal ocioso que todavía no era rentable: “Los hijos de los trabajadores son una carga habitual”… “son mantenidos ociosos”… “suele perderse lo que producirán hasta que cumplan de los tres a los catorce años”… “La solución más eficaz es la creación de escuelas técnicas en las parroquias” … “Además tendrán alguna comprensión de la religión, mientra que ahora sólo están entregados al ocio”. [8] La escuela debió mutar – adquirió sutilizas ausentes en la descripción de Locke- en función de los cambios en la reproducción del capital: debió dejar atrás la brutalidad y violencia extremas

Con lo visto podemos afirmar que es fundamental que cada individuo “adopte como propias las metas de reproducción objetivamente posibles del sistema”… “educación se trata de una internalización por parte de los individuos de la legitimidad de la posición que les fue atribuida en la jerarquía social, junto a sus expectativas “adecuadas” y las formas “correctas” de conducta.”[9]

Si la internalización cumple su efecto, la violencia puede quedar en segundo plano; pero nunca desaparecer – el autor menciona, como ejemplos, las últimas dictaduras en la Argentina y Chile-.

Vale la pena remarcar que la educación formal no es la única que participa en este proceso de internalización y, en consecuencia, no es la única en la cual intervenir para que la situación se revierta. Además se estaría cayendo en la siguiente paradoja que plantea Mészáros: “Lograr de la sociedad del capital la aprobación de un mandato que estimule a las instituciones de educación formal a emprender la tarea de romper con la lógica del capital en interés de la supervivencia humana, sería un milagro monumental”[10].

El cambio educativo deberá ser, entonces, aquél que cuestione las formas establecidas de internalización por una alternativa concreta abarcadora. Entonces, ¿cómo deben ser los cambios, las soluciones? Mészaros parafrasea al epígrafe de su propio libro[11] y reitera que de existir una solución, ésta debe exceder el plano formal, debe ser esencial.

Avanzando con la alternativa educativa, Mészáros cita a Paracelso: “El aprendizaje es nuestra propia vida, desde la juventud hasta la vejez” y postula que todo cambio educacional esencial radica en volver consciente este proceso constante de aprendizaje.

Por más poderosa y grande que sea, ningúna manipulación “ desde arriba” puede transformar el complejo modelado de la concepción del mundo-internalización-, en palabras de Mészaros ésta es “ la suma de las concepciones particulares basadas en los intereses hegemónicos divergentes objetivamente irreconciliables, más allá de la consciencia o no de los antagonismos subyacententes”. El “sostenimiento” del sistema es dinámico, y, por lo tanto, presenta crisis, por ejemplo menciona la merma en las urnas –esto no es un cambio estructural-, esto es la `puerta para el “ cambio”. Pero más allá de sostenimiento o cambio, lo importante es el modo de internalización: la actual está basada en una matriz pasiva, donde rige el conformismo generalizado.

Necesitamos, entonces, la contrainternalización; pero ésta no debe basarse en la negación. Para introducirnos en sus ideas, utilza conceptos solidarios del filipino Renato Constantino. Este último vivió en un gobierno servil a EEUU. Primero los españoles modelaron la consciencia a través de la religión, luego EEUU utilizó la educación formal. La “Filosofía de la liberación”[12] que defendía depende de la concientización, no puede ser tarea de grupo aislado-por más bien intencionado que esté-, sino de todos.

Si bien se insistió en que la nueva propuesta no debe quedar en la negación, como primera fase, el autor propone una negación radical de toda la estructura impuesta por el capital. El papel de la educación debe ser, el de ruptura con la internalización dominante; pero la educación no debe quedarse en la negación del capitalismo, debe ser positiva –en el sentido que propone, que construye, por algo el libro se llama “La educación más allá del capital” – que no se sustente por la crítica al capitalismo[13].

Debe dejarse atrás el discurso que siempre se propuso: el “reformista”; éste abogaba por cambios graduales que mantenían el sistema intacto y minan la posibilidad de pensar un sistema alternativo; la idea de que “no hay alternativa” es la difundida. (Recuérdese el “ poco a poco” que utilizó Owen)

El papel de la educación debe ser soberano: debe elaborar estrategias para cambiar las condiciones objetivas de reproducción, como para la autrotransformación consciente de los individuos para concretar un orden radicalmente distinto –contrainternalización-. Dos conceptos inseparables serán claves para dichos propósitos: universalización de la educación y la universalización del trabajo entendida como actividad humana autorrealizadora; siendo ambos conceptos solidarios, sin estar subordinados el uno al otro.

Por último, quería reflejar esta indisociabilidad entre trabajo y educación para potenciar la importancia de su carácter universal, dicha relación queda reflejada en las siguientes palabras de Paracelso:

“Aunque respecto a su cuerpo, el hombre haya sido creado enteramente, no fue creado así respecto a su” arte”. Le fueron dadas todas las artes, pero no de una forma inmediatamente reconocible; debe redescubrirlas por medio del aprendizaje. La forma adecuada reside en el trabajo y en la acción, en hacer y en producir; el hombre perverso no hace nada, pero habla mucho. No debemos juzgar a un hombre por sus palabras sino por su corazón. El corazón habla a través de las palabras sólo cuando ellas se confirman mediante acciones. Nadie ve lo que está escondido en él, sino solamente aquello que revela su trabajo. Por lo tanto, el hombre debería trabajar continuamente para descubrir lo que Dios le dio”[14]



[1] Frase de Gabriel García Márquez citada en el prólogo de Mészáros, István. “La educación más allá del capital” Siglo XXI editores, 2008, Buenos Aires.

[2] Mészáros, István. “La educación más allá del capital” Siglo XXI editores, 2008, Buenos Aires. Pág 17.

[3] Ibid pág 17

[4] Ibid., Pág 27. Además en dicha obra se cita el orginal: Robert Owen, A new view of society and other writings, Londres, Everyman, 1927. Pág 124

[5] Ibid., Pág 30

[6] Ibid., Pág 31.

[7] Ibid., Pág 35.

[8] Ibid., Pág 38.

[9] Ibid., Pág 40.

[10] Ibid., Pág 40.

[11] El epígrafe que se evoca es: “Se viene a la vida cera, y el azar nos vacía en moldes prehechos. Las convenciones creadas deforman la existencia verdadera. Las redenciones han venido siendo teóricas y formales; es necesario que sean efectivas y esenciales. La escuela y el hogar son las dos cárceles formidables del hombre.” José Martí

[12] Ibid., Pág 53.

[13] Ibid., Pág 60.

[14] Ibid., Pág 63.


Ingratta Agustín Andrés 16/11/2009


Bibliografía:

MÉSZÁROS, ISTVAN. “La educación más allá del capital”. Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2008 .

LIFSZYC, SARA. “El capitalismo”, publicado originalmente en Lifszyc, Sara (comp.), Sociología. Los hechos sociales, Buenos Aires, Gran Aldea Editores, 2001.

ALTHUSSER, LOUIS. "Ideología y aparatos ideológicos de Estado". Buenos Aires, Nueva visión, 1988.

FREIRE, PAULO. "Pedagogía de la autonomía". Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2005.

lunes, 30 de noviembre de 2009

El deseo

¿Nadie quiere un mundo mejor?

De un caprichito a un auto

   La imagen de un niño caprichoso llorando porque no consigue que sus padres le compren una golosina o un juguete que quiere es muy frecuente. Generalmente, los padres se limitan a acceder a los deseos del niño u oponerse, pero sin prestar ninguna atención a por qué el niño quiere esa cosa. Por supuesto que el capricho significa querer algo porque sí y a todo precio, pero es evidente que esa idea del chico significa mucho más… No es una escena agradable, y se torna peor con el paso del tiempo, porque el entonces crecido adolescente también va a encapricharse con otros objetos más grandes y con otra simbología: celulares, cirugías, estrafalarias fiestas de 15, vacaciones en el exterior, etcétera. Aquí algunas razones son expresadas por los jóvenes, por ejemplo: “porque todo el mundo lo tiene y yo también lo quiero”.
   Trataré de mostrar que existe un proceso de manipulación del deseo de los jóvenes que empieza a muy temprana edad. Por eso, en esta monografía mi interés estará puesto en qué desea el chico/joven y por qué. La razón no es una sola y está estrechamente asociada en nuestros días con la cultura del consumo, que es promocionado a través de los medios de comunicación, la publicidad y la televisión, y que es esencial para la sociedad de consumidores. Por consecuencia, la inclusión social y la autoestima también estarán asociadas al consumo de ciertos objetos.
Claramente, estos elementos se hayan conectados y los abordaré desde una perspectiva filosófica y sociológica, sin desatender a las cuestiones económicas, pues es imposible sustraer a nuestra sociedad del sistema capitalista.

Desear la Luna

  En un comienzo es importante definir el concepto de “deseo” y sus implicancias; podría ser definido como algo que se reconoce como una falta, una carencia, un hueco a llenar. Siempre es desear algo que no se tiene. Vulgarmente, al término deseo lo asociamos con la sexualidad y la libido. Por otra parte, el sentido común nos habla del carácter efímero y cambiante del deseo, ese cambiar de parecer constantes y la insatisfacción resultante. Nunca se está conforme de lo que se tiene, porque cuando ya se lo posee, deja de ser deseado.
  Hablando etimológicamente, “deseo” proviene de dos palabras latinas: considerare y desiderare. La primera significa “contemplar las estrellas” y se practicaba para adaptar las labores del campo a las condiciones atmosféricas más favorables a la cosecha. El segundo término, desiderare, de “pedir algo a las estrellas”, pedir, justamente, esas condicionas favorables. Lo que puede sacarse como conclusión de este análisis es que el desear, acción activa, deriva del contemplar, pasiva. Además, ambas palabras tienen la raíz “sidus” que es estrella, de “sidera” que es objeto brillante, por ende, puede decirse, que el deseo es de aquello que reluce y encandila, que es fugaz e inalcanzable.
      En boca de Ortega y Gasset: “Querer es querer la realidad de algo, y, por tanto, querer los medios que lo realizan. En última instancia, es siempre un querer “algo”. Desear, en cambio, es lo que solemos expresar con más rigor cuando hablamos de un “mero deseo”. El deseo, en sentido estricto, implica el darse cuenta de que lo deseado es relativa o absolutamente imposible. (…) El deseo es un querer fracasado, es el espectro de una volición; mas, por otra parte, sigue en el viviendo el apetito primario, siempre presto a transformarse otra vez en voluntad cuando lo que ayer era imposible hoy es realizable. El deseo nutre el querer, lo excita, moviéndolo a ampliarse, a ensayar una vez y otra la realización de lo que ayer era imposible.” He aquí que el deseo es vital para el hombre, pues lo impulsa a superar sus limitaciones y crecer. De hecho, para Spinoza, constituirá la esencia misma del hombre, puesto que es la fuerza que impulsa al ser a perseverar en beneficio propio. De hecho, el deseo es la única arma que tenemos para enfrentar a la muerte, pues si no deseáramos nada, tendríamos que pensar todo el tiempo que nos vamos a morir.
   El deseo así concebido está muy lejos de ser un capricho libidinal, frugal y carente de valor, como indica el sentido común. Por lo contrario, desear es lo que nos impulsa a estudiar, emprender un viaje, enamorarse y crecer en todo aspecto. Vale la pena plantearse, entonces, por qué difiere tanto la concepción del ideario popular de la verdadera dimensión del deseo. No es evidente, pero el hecho de que el imaginario colectivo confunda “deseo” con “consumo” refleja el éxito de la socialización de la cultura del consumo. Esto se debe a que, en la actualidad, transitamos por una sociedad de consumidores, donde el factor de inclusión es el consumo. Hay que comprar, no hay opción, y no se lo cuestiona. Es, justamente, el carácter irreflexivo de la cultura del consumo que hace confundir “deseo” con “consumo”, pues consumen “sin pensar en lo que los entusiasma y en lo que les resulta indiferente o desabrido, en lo que los atrae y en lo que los repele, en lo que los empuja a actuar y en lo que los llama a la fuga, en lo que desean y en lo que temen, sin pensar hasta qué punto temores y deseos se compensan mutuamente” . Es más, el secreto de todo sistema social duradero reside en hacer que los individuos deseen hacer lo que sea necesario para que el sistema logre autorreproducirse, y la gente desea consumir. El consumo no es visto como una obligación, si no como un derecho humano universal que se tiene desde niño.
   Más aún, el capricho infantil no es otra cosa que la puesta en marcha de la “adicción a las compras”. De hecho, “Uno de los punto centrales de la formación de las personas y de los valores morales en la vida contemporánea consiste en la familiarización de los niños con los materiales, medios de comunicación, imágenes y significados propios, referidos o relacionados con el mundo del comercio.” . Es en el proceso de socialización que el niño internaliza las reglas del consumo para toda su vida. Como consecuencia, el crecido adolescente, joven o adulto, será un consumidor pleno esclavo de la moda y sus fluctuaciones constantes, e inconsciente de que consume por consumir y no, porque desea tal o cual cosa, como cree. Es así como se funden los términos “deseo” y “consumo” en la mentalidad del hombre consumidor y, a su vez, se asocian las características propias de los objetos de consumo (efímeros, accesorios, banales, carnales) con el “deseo”.

Los medios dicen…

   Para entender la influencia de los medios de comunicación en la formación del deseo es importante resaltar su papel en el proceso de socialización y la reproducción de la sociedad. De hecho, los medios juegan un rol de agente socializador, pues muestran el mundo que internalizará el sujeto. En efecto, la “visión de mundo” que tiene cada uno es producto de su socialización, de aquello a lo que ha tenido acceso. El problema reside en que la información que transmiten los medios es un corte subjetivo de la realidad en base a lo que al periodista le interesa y al valor que tenga esa noticia en el mercado, y, además, está plagado de juicios de valor que influenciarán al receptor del mensaje. Nos muestran qué es lo “bueno y deseable” y qué es lo “malo e indeseable”, quiénes son los “ganadores” y quiénes los “perdedores”. Así, inculcarán en la gente la mentalidad mercantilista que promueve que cada uno desee ser un “winner” y que, por lo tanto, consuma los productos que responden a ese estatus.
   Un caso de particular relevancia son las series juveniles que “… no son otra cosa sino una punta de lanza de la ideología consumista y capitalista. Etapas tan complejas como la infancia y la adolescencia son mostradas por los medios de comunicación desde un enfoque claramente clasista, lleno de frivolidades y conflictos superficiales. Temas tan significativos como la iniciación a la sexualidad, las relaciones de género y la autoestima, entre otros, son tratados con total irresponsabilidad.
   El capitán del equipo deportivo -galanucho y vacío-, la chica popular (prepotente y vanidosa), y la mentalidad del éxito y la fama, es una clara evocación del típico formato gringo de la serie de Disney "High School Music". ¿Cómo ha influido esto en la formación de sus hijos?” .
Está reflexión es la premisa de la emisión televisiva “Cara de vidrio” de Venezuela, en su entrega titulada “Las series juveniles como “Somos tú y yo” y similares” de octubre del 2008, cuyo fin era explicar como estas series alienaban y preparaban para el consumo a los jóvenes. En el programa se muestra claramente cómo, a través de estas series, se inculcan en los chicos valores “cool”, relacionados directamente con la fama, absolutamente frívolos y clasistas. Además, se promueve el consumo de maquillaje, dietas para adelgazar, productos de lujo, etcétera asociados a la aceptación en la sociedad. Es lógico, entonces, que el chico se identificará con la realidad de la pantalla inevitablemente, deseará ser aceptado y querrá consumir aquello que se le muestra, y que, en caso de no poder, le impactará directamente en su autoestima. En otras palabras, el joven televidente, entonces, internalizará ese mundo que le muestra la tele y deseará consumir aquellos bienes que le permitirán ser un “ganador”.
  Un caso aún más explicito de la manipulación del deseo es la publicidad, donde se busca homologar el deseo al consumo. Este proceso de manipulación es bien claro en un capítulo de la película “Loca por las compras” donde se hace un estudio de marketing de un producto para ver cómo puede manipularse a los niños para que deseen comprarlo. Por supuesto, el estudio no se hizo para ahorrarles a los padres la molestia de soportar el capricho de sus hijos, sino para que los chicos hagan más berrinches por los productos de la empresa. Es claro que el pragmatismo semiótico de los sistemas de marketing no tiene límites, ni siquiera cuando se trata de los niños.

Todo tiene un precio

   Un tema que engloba todo lo antedicho, y que permitirá entender mejor cómo es la formación consumista del deseo, es la mercantilización de la sociedad. Este concepto ampliamente desarrollado por Bourdieu implica que, en nuestra sociedad, todo, inclusive el hombre, es medido en términos del mercado, es decir, por el precio. Esto significa que cada uno es un ser vendible y que debe encargarse individualmente de lograr el mejor precio de sí mismo para poder competir con los demás. Vivimos en una sociedad donde la libertad es una especie “lucha libre”, y donde el compañero, el igual, es un enemigo, un competidor. Significa, también, que hay un individualismo muy marcado donde no pueden existir sino clases en sí, pues no pueden establecerse intereses de clase. Esta idea es lo que Bauman denomina “liquidez”. Nuestros vínculos y la sociedad toda es líquida. No hay lazos fuertes, ni a largo plazo, todo es medido en términos económicos, y es efímero. El resultado es una sociedad de “masas” que no es más que la suma de las partes. Todos siguen a la multitud en pos del beneficio propio sin saber por qué, sino por el hecho de que el número de gente que se está moviendo en esa dirección es tan grande que no pueden estar equivocados.
  ¿A dónde nos lleva la corriente? Imposible saberlo, porque nada en el futuro es cierto y la creciente inestabilidad del sistema nos hace abstenernos de pensarlo. Cada cual responde a sus intereses e intenta sobrevivir hoy y no pensar en el mañana. Descreen del progreso y no creen que el cambio sea posible. Se concentran en desear cosas superfluas, efímeras y para uno. Consumen ergo viven. No contemplan la posibilidad de poder cambiar nada, ni sienten culpas al consumir objetos frívolos, a la vez que muchos pobres se mueren de hambre.
   La legitimación de la tranquilidad de los consumidores pudientes se garantiza a través de los conceptos de “winner” y “loser”, pues se considera que el fracasado está en esa posición por su falta de capacidad o voluntad, y se lo excluye aún más. Se culpará al que está afuera del sistema por estar allí y se lo considerará “loser”. De esta manera, los que más tienen consumirán y vivirán tranquilos libres de la culpa de tener que cargar como sociedad de una gran valija de pobreza, hambre y desocupación, entre otros problemas sociales. Así funciona el capitalismo de exclusión en que vivimos, fomentando el clasismo y poniendo trabas a la movilidad social ascendente.

Te vendo un mundo mejor

   Como conclusión, debo destacar la invisibilidad de la influencia de los medios y la publicidad en la formación del deseo en los jóvenes, y sus graves consecuencias en la sociedad. Hoy nos encontramos sumergidos en un océano de frivolidad, superficialidad y pesimismo. No creemos en nadie, ni dios, ni político, ni creemos que haya luz al final del camino. Son muy pocos los que se animan a desear/soñar con cambiar al mundo y suelen mantenerlo oculto para no ser acusados de “poco realista” o “ingenuos”.
   Esta es la realidad: no hay cambio posible en el mundo si no hay un sólo sector de la sociedad capaz de desearlo. Lamentablemente, desde los niños hasta los ancianos, todos, estamos en un estado de sumisión y conformismo con la sociedad consumista. Y lo peor es que, hasta los jóvenes, que recién están empezando el camino, y que son quienes deberían impulsar el cambio, sienten la opresión del sistema y se sienten impotentes ante un panorama de futuro gris, y no se animan siquiera a intentar cambiarlo.
   Creo que las soluciones son a largo plazo y requieren el compromiso de toda la sociedad, ser una comunidad. Por empezar, debemos saber que nadie nos va a venir a salvar, somos nosotros mismos que los que debemos poner nuestro trabajo, en el área en que nos desarrollemos, a favor de la comunidad y producir el cambio; los que tendríamos que tomar una decisión consciente a la hora de votar un proyecto de país; los que, al negarnos a consumir el producto homogéneo y frívolo que nos propone la tele, podremos quitarle todo margen de rentabilidad económica. En fin, somos todos nosotros los que deberíamos comprar un mundo mejor día a día.

Ximena María López Zieher
15/11/2009


Bibliografía
• Revista Quid nro 22: “El deseo”, Director General Adolfo de Vincenzi, Buenos Aires, junio/julio 2009.
• Emisión televisiva venezolana “Cara de vidrio” consultada online en octubre 2009: http://www.aporrea.org/medios/n123062.html, octubre 2008.
• Textos incluidos en el material de estudio de Sociología de la cátedra Filmus del CBC segundo cuatrimestre del 2009:
o Bauman, Zygmunt, “Vida de consumo”, cap. 2: “Una sociedad de consumidores”, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2007.
o Berger y Luckman, “La sociedad como realidad subjetiva”, en “La construcción social de la realidad”, cap 3, Amorrortu, Buenos Aires 1984.
o Bleichman, Silvia, “De la creencia al prejuicio”, en “Dolor, país y después”, cap 25, Libros del Zorzal, 2007.
o Bourdieu, Pierre, “El plató y sus bastidores” en “Sobre la televisión”, cap 1, Editorial Anagrama, 1997.
o García Canclini, Néstor, “¿Ser diferente es desconectarse? Sobre las culturas juveniles”, en “Diferentes, desiguales y desconectados. Mapas de la interculturalidad”, Gedisa Editorial, Barcelona, 2004.
o Gentili, Pablo, “Materiales para una aproximación al estudio de las clases desde la prespectiva marxista”, Mimeo, 1987.